Andreu Marfull Pujadas
La Bestia, el 666, según Newton y la neocronología

26 de septiembre de 2022 (revisado el 18 de noviembre de 2022)

El número 666 del Apocalipsis se refiere al Papa de Roma y al poder latino, según la numerología que sugiere Isaac Newton, en coherencia con la Nueva Cronología de Fomenko y Nosovskiy y la Cronología X-185.

En este trabajo se demuestra cómo Isaac Newton resuelve que el número 666 de la bestia -del libro del Apocalipsis- se obtiene transformando la palabra griega ΛΑΤΙΝΟΣ (“latinos”) en un número, mediante una tabla de equivalencias entre las letras del alfabeto griego y una determinada numerología asociada. Newton lo deja todo bien indicado, solamente es necesario hacer un pequeño esfuerzo y dar con la tabla. Luego, en el libro en que Newton resuelve este enigma, se obtiene información complementaria que apunta a la persona que ostenta este número, en coherencia con el mensaje que se deriva del propio libro apocalíptico, que a su vez entra en sintonía con la reconstrucción histórico-cronológica de la Nueva Cronología de Fomenko y Nosovskiy, que apunta a la colonización europea del mundo. El 666 es el Papa de Roma, y su poder es el latino, o romano, que pasa a ocupar el anterior poder griego. Newton y la Nueva Cronología trasladan el libro apocalíptico al siglo XV, y, en este mismo traslado, ubican el texto sagrado del Antiguo Testamento en estas fechas. Ambos lo relacionan con los kanes mongoles, indicando que su gesta, su poder y su gloria es la del pueblo judeocristiano bíblico.

 

Una historia alternativa

Esta historia desafía a los métodos de datación tradicionales, incluido el del Carbono 14, ya que todos ellos se soportan, de múltiples formas, en el mapa cronológico oficial. Y ello les conduce a errores que pueden llegar a ser de miles de años. (1)
La Historia Antigua tiene pocos siglos realmente documentados, y es mucho más reciente. Y este modo de ver el pasado requiere de una explicación. Según se desprende de los resultados obtenidos por los matemáticos rusos Anatoly T. Fomenko y Gleb V. Nosovskiy, que a su vez se refuerzan con otros trabajos que apuntan a la reinvención del pasado, existen pruebas y evidencias incontestables que apuntan a que, en una época en que se desconocía la naturaleza del origen de la vida, de la Tierra y del Firmamento, se escribió una historia donde todo procedía de Dios, hará unos siete mil años, basada en un texto sagrado. Y una de sus misiones fue la de crear un pasado milenario para la historia de Jesús, como un antes y un después poderoso que narra su autoridad y da pie a una era de alto valor simbólico. Se creó, pues, el poder de Dios, y el de Cristo, mediante una idea mítica muy alejada del presente y de la verdadera naturaleza de la historia, que acabó por consolidarse. Dicha idea se convirtió en dogma, y los historiadores construyeron sobre ella una historia de la civilización humana sin ponerla en duda, de forma sistemática. Primero, la manipulación fue consciente. Luego, una vez se consolidó el mapa cronológico que la contenía, con sus ideas principales, se rellenó con estudios complementarios que se le amoldaron, inconscientemente, hasta dar como resultado una historia desubicada en el tiempo, llena de errores y múltiples duplicidades, o reflejos enviados al pasado de lo que realmente ocurrió, con tintes de fantasía y leyenda. Pero, asimismo, también se dejó escrita, para la posteridad, la historia real, que ha sido descifrada por Fomenko y Nosovskiy. Ésta es la revelación del Apocalipsis. La lectura de la obra de Newton lo corrobora, aunque exista incredulidad lógica que se resiste a aceptarlo. En todo caso, aquí se trabaja en esta dirección y, como resultado, se refuerza esta visión.

El texto que narra lo ocurrido realmente es el Apocalipsis bíblico. Describe la historia de la venida de un gran poder que aparece después de una gran devastación, cuya consecuencia es una Alianza con Dios, pero persiste un espacio violento que termina con la caída de la ciudad de Babilonia, que hasta entonces es la principal ciudad del mundo. Luego, se anuncia un futuro de paz y abundancia, que llegará de la mano del ángel de Jesús, que es a la par un poder original, el alfa y el omega. Esta historia, aquí resumida como si de un cuento se tratara, está ornamentada con numerosos símbolos, y es casi imposible ver su parecido con la realidad, pero tiene que ver con la caída de Constantinopla y la idea mesiánica del Cristo romano, según Newton. Este es el último testimonio del célebre científico inglés, aunque haya quedado en el olvido. Es el libro titulado OBSERVATIONS upon the PROPHECIES of DANIEL, and the APOCALYPSE of St. JOHN, fechado en 1733. Pero la historia oficial, evidentemente, es tan distinta a lo que dice Newton, que nadie, o casi nadie, le ha prestado atención.

El texto apocalíptico de Juan está deliberadamente pensado como un texto encriptado, como un testimonio (o testamento), de lo que realmente ocurrió, antes que se escribiera otra historia en su lugar, dilatada en el tiempo. Por esta razón es el último libro de la Biblia, que pone fin al Nuevo Testamento. Es un texto sin fecha, sin espacio en la historia real, y se ha convertido en una profecía que ha alimentado la imaginación humana. Pero contiene la descripción de un zodíaco que informa de la fecha en que se inicia, oficialmente, la colonización de la Europa romana, que Isaac Newton deja a medio desencriptar. Mediante una lectura parabólica, lo ubica en un espacio temporal mucho más breve y cercano, en su obra póstuma dedicada, precisamente, a los textos apocalípticos de Daniel y de Juan, si bien lo hace de un modo ambiguo, para (probablemente) persistir a la censura inquisitorial y a la negación humana. Quizás, quien sabe, sabía que tarde o temprano alguien se daría cuenta, como así ha sido en la investigación científica de los matemáticos Anatoly Fomenko, Gleb Nosovskiy y sus colaboradores, más la aportación de la línea X-185 trabajada en paralelo. Dicha investigación trabaja la evidencia de la dilatación deliberada de la historia real, en base a numerosas pruebas, y ahonda en su reconstrucción que, si bien está a medio hacer, da unos resultados equivalentes a los mostrados en el texto póstumo de Newton.

Los hechos bíblicos de la caída de Egipto y Babilonia, que liberaron al pueblo de Israel, se refieren a la expansión turca y mongol que la historia oficial ha dejado escrita en el siglo XIII después de Cristo. Isaac Newton lo dejó indicado en la reconstrucción de la profecía del Apocalipsis, o lo hizo alguien en su nombre, en 1733. Newton reconstruye la historia humana desde tiempos de Alejandro Magno hasta el siglo XV siguiendo la narrativa del libro del Apocalipsis, destacando, como episodio clave y principal, el capítulo onceavo en que se consuma la Alianza con Dios, que ubica en torno a la fecha 1258 después de Cristo. Antes, en 1727, justo al morir, deja escrito el libro de toda la historia anterior, de un modo distinto al oficial, en el libro titulado The chronology of Ancient Kingdoms Amended: To Which is Prefix'd, A Short Chronicle From the First Memory of Things in Europe, to the Conquest of Persia by Alexander the Great, que oficialmente se publica en 1728, tras generar una fuerte controversia, con Newton en vida. No existe ni el manuscrito original ni el material que Newton utilizó para redactar estas sorprendentes obras.

De este modo, Newton abre la puerta a entender que el pueblo hebreo es también el de los grandes kanes que (oficialmente) entre los siglos XIII y XIV ocupan medio mundo y son conocidos como herederos de Gengis Kan, quien a su vez es llamado el Rey David de los judíos. Gengis se alía con el Preste Juan antes de que las respectivas descendencias se unan, y establezcan su poder espiritual en Etiopía. En esta línea, destacar que el Preste Juan ostenta los símbolos que ahora lucen el Papa de Roma (ver las figuras 1 y 2) y, además, como emperadores de Etiopía (desde el siglo XIII), se proclaman oficialmente herederos de los reyes David, Salomón y Saba. Y son ellos quienes custodian el Arca de la Alianza de Salomón, en Axum, Etiopía, hasta la actualidad.

 


Figura 1. A la izquierda el Preste Juan en Etiopía, con la triple cruz y la triple corona, que ahora pertenecen al Papa de Roma, en una tierra que es también parte de la actual Nubia, según el Atlas “Cosmographie Universelle” de Guillaume Le Testu, de 1555 (BNF). En el centro, retrato del Papa Silvestre I (quien convoca el Concilio de Nicea) (www.iglesia.info). A la derecha, el Papa Pío XII en su coronación en 1939 (Joachim Specht, Wikipedia, dominio público).




Figura 2. Detalle de tres mapas medievales en los que aparece el Preste Juan en las tierras que actualmente conforman Nubia y Etiopía. En los dos de la izquierda se observa la triple cruz que entonces ostenta el Preste y, actualmente, lo hace el Papa. A la derecha, el Preste con la triple cruz que también lleva el Papa. Autores: izquierda, Mecia de Viladestes, 1413; medio, Angelino Dulceti, 1339; derecha, taller de Gabriel de Vallseca, 1440. Fuente: Pujades i Bataller, R. J. (2007). Les Cartes portolanes: la representació medieval d’una mar solcada. Barcelona: Institut Cartogràfic de Catalunya. (2)

Es decir, simbólica y oficialmente, tanto el rey David como Gengis Kan ostentan grandes poderes bíblicos, pese a la lógica incredulidad que ejerce el sentido común de quienes han sido educados con una historia distinta, que no lo niega, pero no lo tolera, pese la obra de Newton. Y Newton no es el primero en apuntar en esta dirección. Según da a conocer la Nueva Cronología de Fomenko y Nosovskiy, personajes como el científico alemán Jean Hardouin (1646-1729); el secretario personal del zar ruso Pedro el Grande, Petr Nikiforovich Krekshin (1684-1763); el filólogo alemán Robert Baldauf (siglos XIX y XX); el historiador inglés Edwin Johnson (1842-1901); el científico y enciclopedista ruso Nicolay Alexandrovich Morozov (1854-1946), que fue quien convirtió la cronología en una ciencia; y el científico y abogado alemán Wilhelm Kammeyer (finales del siglo diecinueve a 1959); ya habían indicado que la historia realmente documentada es mucho más reciente y que la Historia Antigua y la Edad Media han sido manipuladas.

 

El rostro de la bestia con el número 666, según Newton

Newton nos dice que el Segundo Templo de Jerusalén se ubica en la Edad Media, y el Apocalipsis también. Pero a su vez vincula la historia de la bestia que adora a un pseudoprofeta (Apocalipsis, Capítulo 13) al poder latino. Y apunta a Roma. Es el 666 apocalíptico que, tal como aquí se reconstruye, está personificado en el Papa de Roma.

El Apocalipsis bíblico nos dice que esta bestia marca -en la frente- a quien goza de derechos, de “comprar y vender”, y ellos son el “pueblo redimido”. Los redimidos fueron 144 mil, tras haber estado señalados con “el nombre de su padre”. Y la marca, según Newton, es la cruz. Una cruz que en el Apocalipsis oficial se sobreentiende cuando dice (Apocalipsis, Capítulo 14):

Son los que siguen al Cordero dondequiera que él va. Fueron redimidos de la humanidad como primicias para Dios y el Cordero. Ellos no dicen mentiras y en ellos no hay defecto.

Y añade,

Entonces vi a otro ángel que volaba por en medio del cielo. Tenía el evangelio eterno para que se anunciara a los habitantes de la tierra, a cada nación, tribu, lengua y pueblo. Y clamaba a gran voz, diciendo: “La reverencia y la gloria sean dadas a Dios, pues ha llegado la hora de su juicio. Adoren a Aquél que hizo el cielo, la tierra, el mar, y las fuentes de agua.”

El cordero es Cristo, el sacrificio a Dios. Y los 144 mil son el pueblo cristiano, o pre-cristiano, que, según se desprende del texto de Newton, parece indicar que representa a las 12 tribus originales. Es decir, son quienes ocupan Europa, el norte de África y parte del Oriente Medio, más los cristianos que viven en el resto del mundo conocido. Por esta razón, quizás, el número 144 es 12×12. Y es más, no solo habla de Jesús y los cristianos sino que los reconoce como adoradores de una bestia inducida y creada por otra bestia, que representa al sumo sacerdote, o a la Iglesia. Por esta razón la bestia con el número 666 no es Jesús, sino el Papa de Roma. En el capítulo anterior, el 13, antes de identificar la bestia con el número 666, el Apocalipsis bíblico dice:

Entonces vi otra bestia, que subía de la tierra. Tenía dos cuernos como un cordero, pero hablaba como un dragón. E impuso la misma autoridad que la bestia, en su nombre, e hizo que la tierra y los que viven en ella adoraran a la primera bestia, cuya herida mortal había sanado. Y realizaba grandes milagros, e incluso hacía descender fuego del cielo mientras la gente miraba. Engañó a los habitantes de la tierra con milagros que hacía en nombre de la bestia, y ordenándoles para que hicieran una imagen de la bestia que había recibido la herida mortal por espada, pero que volvió a la vida. (…) Y se le permitió infundir aliento de vida en la imagen de la bestia para que pudiera hablar, y daba órdenes de mandar a matar a todo aquél que no le adorara. E hizo que todos, fueran débiles o poderosos, ricos o pobres, esclavos o libres, recibieran una marca en su mano derecha o en sus frentes.

Y añade,

Y a nadie se le permitía comprar o vender, excepto a aquellos que tuvieran la marca, que era el nombre de la bestia o el número de su nombre. (…) Aquí se requiere sabiduría. Y todo el que tenga entendimiento debe calcular el número de la bestia, pues es el número de un hombre. Y su número es 666.

La imagen hacía milagros, fue adorada, estuvo herida y “volvió a la vida” (resucitó), como Cristo, y estos poderes se los dio una bestia a otra bestia, la anterior (que sería Gengis Kan). En su nombre se cometieron sacrificios, crímenes, a quien no la adorase. De este modo, pese al mensaje de paz y amor del cordero de Dios, que es el Cristo actual, el mismo Apocalipsis nos dice que su poder le fue dado por intersección de una bestia de dos cuernos, que serían, según Newton, las iglesias de Grecia y Roma.
De este modo, el libro del Apocalipsis nos está diciendo que las bestias son el poder que combate en la Tierra, que luchan para gobernarla, como lo hace el Papa. Nada que ver con la imagen del Anticristo o Satanás que, hoy en día, se asimila al 666, y a la bestia apocalíptica. Así, la idea del significado del Apocalipsis que se desprende del texto de Newton se confirma, y también lo hace esta lectura neocronológica. Es la cruel colonización europea. Del mismo modo que se describe en los capítulos 13 y 14 del Apocalipsis, con la colonización, solo los cristianos son redimidos por el Papa y sus sacerdotes. Empieza, con ella, la cruel agenda de la Santa Inquisición y la persecución fanática de los “infieles”.

Entendido el texto apocalíptico es posible entender mejor la interpretación que le da Isaac Newton. En su obra póstuma da pistas del significado del número 666 en dos ocasiones, y en ambas lo asimila a la cruz cristiana. Primero, en la página 284 de este libro, describe el significado de la bcon estas palabras (ver la Figura 3):

el nombre de la Bestia, o el número de su nombre; (…) Su marca es [tres cruces], y su nombre ΛΑΤΕΙΝΟΣ [LATINOS en griego], y el número de su nombre 666.


Figura 3
. Detalle de la página 284 del texto OBSERVATIONS upon the PROPHECIES of DANIEL, and the APOCALYPSE of St. JOHN, fechado en 1733.

En segundo lugar, en la página 320 de este libro, Newton lo define con estas palabras (ver la Figura 4):

el nombre de la Bestia, o el número de su nombre; es decir, la marca [cruz], o el nombre ΛΑΤΕΙΝΟΣ [LATINOS en griego], o el número de la misma χξϛ [aquí usa tres letras griegas], 666. Los demás fueron excomulgados.

Figure 4. Detail of page 320 of the text OBSERVATIONS upon the PROPHECIES of DANIEL, and the APOCALYPSE of St. JOHN, dated 1733.

Newton nos dice que la bestia es el nombre de ΛΑΤΙΝΟΣ (LATINOS en griego), y una cruz, que triplica. Es decir, apunta claramente al cristianismo. Pero también nos resalta que se debe calcular el nombre con letras griegas. Entendido esto, la pregunta que surge es, ¿existe alguna numerología contemporánea a Newton que aplique sobre las letras griegas? La respuesta está en la numerología griega, según se describe en la tabla de la Figura 5. En esta tabla se observa que cada letra del alfabeto griego dispone de un valor, cuyo cálculo, aplicado a la palabra griega ΛΑΤΙΝΟΣ, que significa “latinos”, suma 666 (30+1+300+5+10+50+70+200). El cálculo está claro, como también lo es que las tres letras que aporta Newton, χξϛ, son el 600, el 60 y el 6, es decir el 666.

 


Figura 5. Tabla de equivalencias entre las letras del alfabeto griego y los números, en unidades, decenas y centenas, que utiliza Isaac Newton para asimilar la palabra ΛΑΤΙΝΟΣ (LATINOS en griego) al número 666. Fuente de la tabla: Elaboración propia, según la tradición académica.

Pero también hay otra forma de verlo, según las tres cruces que, según Newton, se asimilan a la cruz cristiana, o más concretamente a la cruz de la Orden del Templo de Salomón, de Rodas o de Malta, al servicio del Papa de Roma. Cada cruz representa a Roma, y tres cruces son 666. Para acabarlo de comprender, mencionar que la triple cruz es una cruz única del Papa de Roma, es decir, que solo puede usar él, del mismo modo que lo es la triple corona o tiara papal. Quizás, por esta razón, Newton asimila al Papa de Roma con el poder latino, a través de esta triple cruz y el uso de esta numerología.

Para acabarlo de comprender, en esta interpretación, conviene destacar que la triple cruz y la triple corona del Papa son, en realidad, los atributos del Preste Juan de las Indias, y de Etiopía. Los mapas medievales que corroboran estos símbolos sobre el Preste Juan, así como el Arca de la Alianza en Etiopía, más el hecho de que la familia imperial etíope sea descendiente directa de los reyes Salomón y Saba (desde el año 1270, según el relato oficial) los hace testigos de la historia real, india y oriental de todos los poderes cristianos (ver las figuras 1 y 2).

Según la Cronología X-185, Juan el Evangelista, desde el desierto, quien bendice a Jesús y acaba degollado, es la imagen transmutada del Preste Juan en el relato del Nuevo Testamento, para la simbología cristiana. Y la triple cruz, así como la triple corona, representan a los tres reyes magos que fueron, en realidad, quienes coronan al Preste Juan, tal como lo narra el manuscrito conocido como EL BECERRO GENERAL, transcrito en el libro La vía cronológica (Ediciones de La Tempestad, 2020). Son tres reyes tártaros, herederos de Gengis Kan, que al igual que en el libro sobre el cual se ha constituido su leyenda, se reúnen, como si de un concilio se tratase, para acabar trasladando de nuevo el poder a la tierra de donde procede, el “centro”, el alto Egipto, ahora Nubia y Etiopía. EL BECERRO (3) es una obra atribuida a Diego Fernández de Mendoza, personaje de raíz bizantina (4).

 

El Apocalipsis, según Newton y la neocronología fomenkiana

El análisis del texto sagrado del Apocalipsis, según Isaac Newton y la visión neocronológica, es el siguiente:

Antes de empezar, resaltar que, en el Capítulo 1 de la segunda parte del libro, dedicada al Apocalipsis de Juan, Newton dice:

La locura de los intérpretes ha sido, para predecir tiempos y cosas por esta profecía, como si Dios hubiera diseñado para hacerlos profetas. Por esta temeridad no sólo se han expuesto a sí mismos, sino que también han despreciado la Profecía. El diseño de Dios era mucho más de lo contrario. Él dio esto y las Profecías del Antiguo Testamento, no para satisfacer las curiosidades de los hombres al permitirles conocer las cosas, sino para que después de que se cumplieran pudieran ser interpretadas por el evento (…).

Es decir, nos dice que estos textos informan de una historia ya vivida, pero se ha escrito en clave profética, y no por ello deben entenderse como una historia futura que Dios sabe que se cumplirá. Y añade:

Porque el evento de las cosas predichas muchas edades antes, será entonces un argumento convincente de que el mundo está gobernado por la providencia. Porque así como las pocas y oscuras profecías concernientes a la primera venida de Cristo fueron para establecer la religión cristiana, que todas las naciones han corrompido desde entonces; así que las muchas y claras profecías concernientes a las cosas que se deben hacer en la segunda venida de Cristo, no son sólo para predecir, sino también para efectuar una recuperación y restablecimiento de la verdad perdida hace mucho tiempo, y establecer un reino en el que habite la justicia.

Es decir, nos dice que se han escrito profecías para establecer la religión cristiana, pero que esta se ha corrompido y será recuperada, junto a la verdad perdida.

En otro orden de cosas, nos indica cómo debe entenderse el lenguaje simbólico en el Capítulo II de la primera parte del libro, dedicada a la Profecía de Daniel. Dice:

En los cielos, el Sol y la Luna son, por intérpretes de sueños, puestos para las personas de Reyes y Reinas; pero en la sagrada profecía, que no se refiere a personas individuales, el Sol se pone para toda la especie y raza de Reyes, en el reino o reinos del mundo político, brillando con poder y gloria regios; la Luna para el cuerpo de la gente común, considerada como la esposa del Rey; las Estrellas para Príncipes subordinados y grandes hombres, o para Obispos y Gobernantes del pueblo de Dios, cuando el Sol es Cristo; luz para la gloria, la verdad y el conocimiento, con la cual los hombres grandes y buenos brillan e iluminan a los demás; oscuridad por oscuridad de condición, y por error, ceguera e ignorancia; oscurecimiento, golpeo o puesta del Sol, la Luna y las Estrellas, por el cese de un reino, o por la desolación del mismo, proporcional a la oscuridad; oscureciendo el Sol, convirtiendo la Luna en sangre, y cayendo de las Estrellas, por lo mismo; Lunas nuevas, para el regreso de un pueblo disperso a un cuerpo político o eclesiástico.

Y añade,

El fuego y los meteoros se refieren tanto al cielo como a la tierra, y significan lo siguiente; quemar cualquier cosa con fuego, se pone para el consumo de la misma por la guerra; una conflagración de la tierra, o convertir un país en un lago de fuego, para el consumo de un reino por la guerra; el estar en un horno, por estar en esclavitud bajo otra nación; el ascenso del humo de cualquier cosa ardiente por los siglos de los siglos, por la continuación de un pueblo conquistado bajo la miseria del sometimiento perpetuo y la esclavitud; el calor abrasador del sol, por guerras vejatorias, persecuciones y problemas infligidos por el Rey; cabalgando sobre las nubes, por reinar sobre mucha gente; cubriendo el sol con una nube, o con humo, para la opresión del Rey por los ejércitos de un enemigo; vientos tempestuosos, o el movimiento de las nubes, para las guerras; trueno, o la voz de una nube, para la voz de una multitud; una tormenta de truenos, relámpagos, granizo y lluvia desbordante, para una tempestad de guerra que desciende de los cielos y nubes políticas, sobre las cabezas de sus enemigos; lluvia, si no inmoderada, y rocío, y agua viva, para las gracias y doctrinas del Espíritu; y el defecto de la lluvia, por esterilidad espiritual.

Es decir, nos cuenta cómo se ha pensado el texto apocalíptico, transformando los símbolos celestiales con los poderes que gobiernan el mundo. Una vez entendido esto, es posible encarar el significado de esta obra con la mente abierta.

Según Newton, los diez cuernos de la bestia apocalíptica fueron los poderes tártaros que ocupan Europa, y los otros dos son Grecia y Roma. Según se lee entre líneas, éstas son las doce tribus de Israel, donde las primeras 10, las “perdidas”, son las raíces de los reinos de Europa, que la invaden desde las estepas rusas entre los siglos V y VII oficiales, antes de la construcción romana de Carlomagno. Lo describe en el Capítulo VI de la primera parte del libro, dedicada a las Profecías de Daniel, titulado “De los diez Reinos representados por los diez cuernos de la cuarta Bestia”. Se trata de: 1) El reino de los vándalos y alanos en España y África; 2) El reino de los suevos en España; 3) El reino de los visigodos; 4) El reino de los alanos en Galia; 5) El reino de los borgoñones; 6) El reino de los francos; 7) El reino de los británicos; 8) El reino de los hunos; 9) El reino de los lombardos; y 10) El reino de Rávena. Los otros dos cuernos (las otras dos tribus) son posteriores, y se corresponden con Grecia y Roma. Este episodio precede a la construcción del poder de Roma, tal como ocurre después de la caída de Bizancio en el siglo XV oficial, cuando el catolicismo se renueva con el flamante Vaticano monumental. Es, sin duda, un reflejo enviado al pasado de esta gran historia, que se debe contextualizar. De hecho, dialoga abiertamente con la reconstrucción de la Nueva Cronología. Los siglos V-IX son un reflejo de los siglos XI- XV.
Por otro lado, Newton sitúa los hechos del Arca de la Alianza (Apocalipsis, Capítulo 11) entre los años 1258 y 1453, en unos hechos que empiezan en el 1063 y se remiten a 391 años (5) , que según él son 391 días proféticos, mientas parece que parafrasea a los cuatro jinetes del Apocalipsis. Asimila este poder a “cuatro ángeles” que son “cuatro cuernos del Altar de oro” que se sitúan en el Oriente Medio e invaden Armenia, Mesopotamia, Siria y Capadocia y matan a 1/3 de la humanidad, tal como los cuatro jinetes, pero en una empresa que se diseña (según él) el año 1063 y termina el 1453. Más concretamente, indica que este poder fue centralizado en un niño pequeño que obtiene su poder en el año 1092 y crea cuatro grandes reinos (como Gengis Kan), hasta que conquistan Constantinopla. Newton dice que este poder recae en Hulacu (hoy en día reconocido nieto de Gengis Kan), y equipara al poder invasor al “Rey del Norte” que, según indica Newton, es el rey del Norte de la profecía de Daniel que invade Egipto, Oriente Medio y Constantinopla y libera al pueblo de Israel, tal como lo hiciera Alejandro Magno. En este sentido, recordar que es entonces cuando se crea el Segundo Templo de Jerusalén que la historia oficial ubica cinco siglos antes de Cristo. Es decir, Newton, tras repasar la historia entera, acaba por ubicar el origen del Segundo Templo de Jerusalén al final de la Edad Media, tal como lo afirma la Nueva Cronología de Fomenko y Nosovskiy.

El relato que narra Newton es el poder de Gengis Kan, sin referirse explícitamente a él. ¿Por qué? Se trata de un poder mongol que en 1733 no forma parte todavía de la historia oficial, pero luego es adoptado al difundirse desde Asia. Se trata, sin duda, de una afirmación de apariencia controvertida, pero deja de tener este aspecto si se lee con la visión neocronológica que permite la obra de Fomenko y Nosovskiy. Ésta permite comprender que en el siglo XVIII se está construyendo la historia oficial, y que parte de su objetivo es desvincular el texto sagrado judeocristiano de la paz tártara o mongol de los siglos XIII al XV oficiales.

Newton está hablando de las raíces judías de la Europa cristiana, que son también las raíces tártaras de los poderes judeocristianos, y nos ayuda a entrever que, en realidad, el Antiguo Testamento nos habla de la invasión tártara que construye un gran poder, y ese es el poder justiciero del Dios Jahvé. Así lo deja indicado en el último capítulo de la segunda parte del libro, dedicado al Apocalipsis de Juan, que pone punto y final a su obra, la más espectacular de todas.

Retomando el hilo de la historia oficial, se trata de unas fechas que coinciden, en primer lugar, con las cruzadas cristianas, y, en segundo lugar, con la paz tártara oficial que da origen a la Ruta de la seda y al comercio global (que es en sí misma una alianza mundial digna de una gran alianza con Dios), con lo cual apunta a otra historia, relevante, que asimila a los textos sagrados. Ciertamente, Newton da estos datos mientras parece que da forma a la historia entera de la humanidad, con lo cual parece una idea irracional, pero aquí se interpreta de este modo: se trata de una pista que, en lugar de dar validez a la historia oficial, en verdad nos narra cómo se ha reconstruido y se ha dilatado en el tiempo.

El dato del año 1258 que nos da Newton, en este libro, es desconcertante, si se desconoce qué ocurrió en ese siglo, y en concreto en ese año. Lo ubica justamente en un año próximo al 1260, en el contexto del relato apocalíptico en que, precisamente, aparece el 1260 de forma reiterativa. Este número se cita hasta en cinco ocasiones en el libro del Apocalipsis, y de un modo destacado en el Capítulo 11. Allí se nos habla de la ocupación del mundo por un nuevo poder, que conduce a una Alianza con Dios.

Pero, ¿qué ocurre realmente en 1260 en la historia oficial? Tiene lugar la ocupación de Constantinopla por parte de los Paleólogo. Oficialmente, los Paleólogo se llamaban “Reyes de reyes”, igual que Gengis Kan, y se establecen en Constantinopla el año oficial de 1260. El año… del Apocalipsis. La bandera del Imperio griego bajo esta nueva alianza (oficialmente entre Génova y los Paleólogo) está compuesta por la cruz roja sobre fondo blanco más la cruz amarilla sobre fondo rojo, con las cuatro “B” doradas que significan “Basileus Basileon, Basileuon Basileuonton” (en griego), que traducido es “Rey de Reyes, que Reina sobre quienes Reinan”. Es decir, son el Gran Kan, y el “rey de reyes” que la Biblia atribuye a Yahveh, al rey de Babilonia y al cordero del Apocalipsis que se asimila a Cristo. Las cuatro “B” de este lema lucen en la bandera del imperio, y se pueden contemplar en todos los mapas medievales que se han conservado. Esta segunda cruz, la de las “B”, sería la del poder turco-mongol “resucitado”, que devendrá el “ungido”, Cristo, mientras que la primera cruz sería la de su ejército, que domina el que será el poder judío, antes de su desmantelamiento. Es decir, es la cruz del Templo de Salomón. No son literatura, como tampoco lo es que al desaparecer este poder nazca otro en Europa que haga de dichas “B” imperiales su collar: la Orden del Toisón de oro, con su cordero degollado, como en el Apocalipsis.

El nuevo poder de 1260, de trasfondo apocalíptico, se inicia con los Paleólogo. Se trata de un linaje que aparece repentinamente. Los Paleólogo surgen de la nada, y a nadie le llama la atención que lo hagan en plena invasión turco-mongol a nivel mundial y, por otro lado, con el último Paleólogo su linaje desaparece -en tanto poder- de la faz de la Tierra. Y lo que es más curioso, el nombre “Paleólogo” significa “Antiguo”, y este significado no se lo da la historia oficial, salvo que se trate de un linaje singular que se desea borrar, como el de Gengis Kan. De hecho, incluso dialoga con el 1258 que cita y resalta Newton, en la medida que ese año, oficialmente, se engendra el primer emperador heredero al trono de nombre Paleólogo. Es Andrónico II, el emperador de Grecia que se proclama co-emperador junto a su padre a los tres años de vida. Y es, siguiendo el camino trazado hasta aquí, la “bestia” sobre la cual se construyen los poderes de Europa, y de Jerusalén, que narra Newton.

Paralelamente, en esos años el poder tártaro somete a Egipto. La historia oficial los llama Mamelucos. En un ejercicio de reconstrucción parabólica de la historia, la toma del control de Egipto del siglo XIII oficial es también el poder de la ira de Dios que la Biblia traslada a tiempos de Moisés, y la Historia Antigua en tiempos de Alejandro Magno. Del norte vinieron los invasores de Egipto de tiempos de los Hititas, del norte viene Alejandro Magno y del norte vienen los mamelucos, como también de allí vienen los invasores de Egipto y Babilonia según los libros de Daniel y Ezequiel, ubicados en tiempos del reinado de Nabucodonosor. Y esta historia es solo una, la de la ira de Dios que libera al pueblo de Israel y construye en la tierra del Gran Kan, Canaán, su nuevo templo.

En esta línea, esta relativamente breve historia tártara y mongol dialoga con la Biblia entera y el Apocalipsis bíblico, cuando, tras una gran devastación (cuando aparece el 1260), un nuevo poder persiste, tras ser vencido. Es decir, resucita, y aparece la Alianza con Dios, para luego nacer el “infante” de la “mujer” que la bestia quiere devorar, haciendo una clara referencia al Mesías (Apocalipsis, Capítulos 11 y 12). Parece que nos narra el nacimiento, la pasión y la resurrección de Cristo, pero, a su vez, siguiendo el relato que le da Newton, éste es también el poder de Gengis Kan, resucitado en la forma del poder de sus herederos, que ven renacer su gloria tras la ocupación del mundo conocido. Y esta es la santa Alianza con Dios bajo la figura de una iglesia universal, tutelada por el Gran Kan y el Preste Juan. Esta afirmación no es gratuita, también es el poder de Cristo, al igual que lo es el del Rey David. En esta línea, recordar que en las obras que se trata a Gengis Kan se indica de forma recurrente que se lo llamaba el Rey David de los judíos, y lucía una cruz en su estandarte.

Entendido esto, resulta plausible entender que, por esta razón, tras este poder se esconde el del Preste Juan. ¿Por qué el Preste Juan? Este punto es realmente importante comprenderlo bien. Según la “Historia secreta de Gengis Kan”, que aparece en Europa después del texto de Newton, el kan mongol obtiene su poder en alianza con el Preste Juan, que es también su padre adoptivo, en su epopeya para conquistar toda Euro-Asia. Es decir, no solamente acumula el poder del Rey del Norte profético, y el del Rey David, sino también el del Preste Juan que, como se ha indicado, ostenta los mismos símbolos que los que luce el Papa de Roma. Luego, dos historias paralelas apuntan en esa misma dirección. Una es que, según la historia oficial, una princesa que es la sobrina del Preste Juan casa con el hijo de Gengis Kan que engendrará a dos grandes kanes (uno de ellos el que toma el control de la China e inicia el linaje de los Yuan) y al kan de Persia. Otra es la aparición, en Etiopía, en el año oficial de 1270 (es contemporáneo al nacimiento del gran imperio mongol), de la Casa Imperial de Etiopía, tras la invasión tártara de Egipto. Un poder que en toda la Edad Media se asimila al Preste Juan de Etiopía, guardián del Arca de la Alianza. Los emperadores de Etiopía son el Preste Juan y aterrizan en Etiopía justo cuando nace el gran imperio del Gran Kan, pariente del Preste Juan y, según la historia oficial, son descendientes del Rey David y de los reyes Salomón y Saba. Es decir, alrededor del poder mongol se acumulan grandes mitos bíblicos.

Tal como lo describe Newton y tal como lo interpreta la neocronología, en este caso la línea X-185, Gengis Kan, David y Cristo son el mismo personaje en origen, aunque la historia los haya separado. Y todos ellos son el origen de un gran linaje, hasta que el de Cristo se convierte en el final. David no es un nombre propio, en origen, y significa “el amado”. Así, su poder es el Alfa y el Omega, el simbólico poder eterno, del inicio al final.

Es decir, nace un gran poder asociado a un mismo linaje que domina el mundo conocido, y está en disposición de dejar escrito cómo debe entenderse su historia, y de imponer, por primera vez, el poder de un único Dios.

Este es el gran misterio del libro del Apocalipsis, o de la Revelación, y el de los textos sagrados. No es una profecía. Es un texto encriptado que esconde la historia realmente ocurrida, que abraza los relatos desde la antigua Sumeria hasta la Biblia colonial europea. Este poder será el origen de todas las grandes religiones del mundo, cuya fusión deliberada es el Cristo mesiánico, humano y divino, con atributos místicos, del Jesús histórico.

En el Apocalipsis se escribe en clave profética el mensaje de la victoria final del ángel de Jesús, pero esconde su rostro verdadero, el guerrero que pervive en todas las monarquías y grandes gobernadores. Unos poderes que persisten al mando de las fuerzas armadas que les protegen a ellos y al poder simbólico del cual viven y con el cual conviven con los pueblos que regentan, política y espiritualmente, entre los cuales está la figura sacrosanta del sumo sacerdote, cuyo líder es (o pretende ser), en un determinado instante de la historia reciente, el Papa de Roma (el Preste Juan mutado).

 

La reconstrucción de la historia, según Newton y la Nueva Cronología

Isaac Newton posiciona la historia bíblica cinco siglos atrás. Esta es (digamos) la “Palabra de Newton”, que a la par corrobora la neocronología descubierta por el Dr. Anatoly Fomenko. Nos hablan de lo mismo, de distinto modo. Fomenko desde la ciencia, a finales del siglo XX, y Newton mediante un relato en apariencia altamente especulativo, que sorprende en gran medida por ser, a su vez, el científico más reconocido de la historia.

Ahora, en el siglo XXI, es posible plantear una respuesta razonada a la sorprendente obra póstuma de Isaac Newton. El trabajo de los matemáticos rusos, que toma el relevo de otros insignes científicos desde tiempos de Newton, demuestra que los templos del antiguo Egipto contienen zodíacos con datos que informan de fechas concretas, siguiendo la posición de las constelaciones y los planetas, cuyos resultados indican que dichos templos delatan fechas mucho más recientes, desde los siglos IX al XVII, pudiendo ser incluso más cercanas en algunos casos. Es decir, el antiguo Egipto es milenario, pero es más reciente. Por esta razón, existe un antes y un después continuo entre el declive egipcio y su saqueo iniciado por Napoleón. Y, el trabajo de esta investigación también demuestra que la ciencia astrofísica no está en deuda con la antigua Grecia, mil quinientos años antes de su recuperación en la Italia renacentista, sino que se trata de otra historia continua, sin este salto (que es artificial). Paralelamente, mediante estudios de historiografía comparada y la ciencia estadística, esta investigación demuestra que todos los grandes linajes, incluidos la lista de Papas, son falsificaciones basadas en un gran linaje principal, que es el griego, bizantino y romano, hermano del ruso turco y cosaco, y de los poderes cristianos de toda Europa. Es decir, siguiendo la lógica de todos estos resultados, tuvo lugar una deliberada manipulación de la historia para hacerla más poderosa, y así imponer un mensaje: “Jesús existió, y se hizo poderoso en Roma, junto al Papa, porque la historia así lo ha dejado escrito". Y, de paso, se borra su rastro turco y mongol y su relación con el Preste Juan.

Así, Fomenko y Nosovskiy, junto a sus colaboradores, aportan las pruebas científicas y las razones últimas para entender la obra póstuma de Isaac Newton.

La neocronología de los matemáticos rusos permite descifrar un pasado que nos dice, como Newton, que la Historia Antigua, el texto sagrado y la Edad Media fueron mucho más recientes, como lo fue el origen del cristianismo. Y, a título complementario, la Cronología X-185 ahonda en los hilos que entrelazan a los turco-mongoles con los judíos y el Preste Juan, y éstos con los poderes del Papa de Roma. La reconstrucción que se obtiene es que, desde el siglo XV real (XIII oficial), el gran kan espiritual de Euro-Asia y el norte de África, llamado Preste Juan, gobierna espiritualmente el mundo antes de que su poder se trasladase a Roma y éste se transformase en un Papa universal, dejando en Etiopía una Casa Imperial que desde el siglo XIII oficial (XV real) custodia el Arca de la Alianza. Esta afirmación parece, si no se está preparado, una barbaridad. Pero, tal como se ahonda en esta investigación, publicada en el libro ya citado titulado La vía cronológica, tiene sentido. Por esta razón, en el siglo XVIII real (no en el siglo XVI oficial), en tiempos de Newton, la Compañía de Jesús ocupa los imperios de todo el mundo y les dice a sus gobernantes:

“Gran linaje de Gengis Kan, vamos a crear vuestras historias sagradas que os van a permitir gobernar sobre vuestros reinos para siempre más, pero debéis honrar al nuevo Gran Kan espiritual, que desde ahora se llamará Papa de Roma, y a su obra maestra: Jesús el Mesías, que ha hecho del cristo Buda, Horus y Jesús una idea perfeccionada de su gran sabiduría, que es divina”.

Siguiendo este hilo, el siglo XV real (XIII oficial) fue el de la Gran Alianza bíblica, que también fue la apocalíptica. Se estableció después de una guerra mundial donde murió 1/3 de la humanidad (Apocalipsis, Capítulo 10), siendo el mismo relato del Diluvio, de la Ira de Dios sobre Egipto en tiempos de Moisés y del Arca del Rey Salomón. La Biblia se refiere a los hechos de los siglos XIV y XV reales, y extiende su obra hasta el siglo XVII avanzado. Luego, todo queda dilatado en el tiempo. Cada libro profético, cuando nos habla de una gran destrucción que culmina con un pacto renovado con Dios, como el Nuevo Testamento, o el Libro de Daniel, de Ezequiel, de Enoc, el citado Diluvio, etcétera, incluso las tablillas de la antigua Sumeria que describen el gran Diluvio, hablan de lo mismo, de algo que ocurrió hará poco más de cinco siglos. Todas contienen un mensaje similar, y una comunión simbólica de grandes historias que son una y principal. Ésta es la naturaleza de la creación simbólica de la historia, cuando quien la escribió quiso crear, también, su propio poder. El poder “divino” de la palabra escrita.

 

La reconstrucción de los poderes de Cristo en Europa Occidental

Con la ayuda de la Nueva Cronología, se puede plantear la hipótesis razonada de que Newton nos entrega el modo de resolver no solamente el sentido del libro del Apocalipsis, sino el de la historia entera, que incluye una monumental manipulación de la historia de los dos testimonios, o testamentos (el Antiguo y el Nuevo), de la historia real, la Biblia. Y nos lo dice en 1733, la fecha en que se publica la obra de Newton, porque, tal como concluye la Cronología X-185, es en esas fechas cuando se reconstruye, de un modo definitivo, la idea de la historia basada en un antes y un después de Cristo, con una gran Roma convertida al cristianismo que legitima, a los ojos de la conciencia humana, una divina colonización del mundo entero, bajo la dirección del Papa de Roma, el Pastor Universal de la Iglesia.

Roma y Cristo se erigen como gran poder, y con ellos se crea el poder del Papa, el nuevo gran kan espiritual que asume el poder del Preste Juan de las Indias, establecido en Etiopía como garante de la Santa Alianza del Rey Salomón, bajo la autoridad imperial del Gran Kan. Para darle forma, se construye un nuevo pacto, un Santo Grial, y se crea una historia global que traslada al pasado legendario el poder del Dios judío, así como la autoridad del pueblo judío, que se ve expulsado de la idea del Dios cristiano. Juan, el Preste, bendice simbólicamente este nuevo poder, de Cristo, bajo la figura de Juan el Evangelista, y deja su testimonio, como Juan, en el libro del Apocalipsis.

De este modo se resuelve, también, el misterio del Preste Juan, que en el pasado se asimila a la Casa Imperial de Etiopía; que se hace llamar descendiente directa de los reyes Salomón y Saba; que viste como el Papa de Roma; y que custodia, junto a la Orden de Santa María de Sion, en Axum, el Arca de la Alianza que el propio Papa Benedicto XVI reconoce como la auténtica, como también lo hace con el Santo Grial de Valencia. Un Preste Juan que, a su vez, enlaza oficialmente su linaje con el de los nietos de Gengis Kan que dominarán el mundo conocido, y que luego, oficialmente, se enlazarán con el linaje del imperio romano de Constantinopla, al unirse con el linaje de los poderes imperiales de la Horda de Oro Rusa, también descendiente directa de Gengis Kan.

Roma, entonces, honora a ese poder, que no es otro que el de Batu Kan, el nieto de Gengis Kan que rememora (y esconde) el templo romano del Vaticano. Vaticano significa Batu Kan, y San Pedro, el primer Papa oficial, la nueva piedra del templo de Dios en Roma, protagoniza un nuevo proyecto simbólico: el catolicismo cristiano colonial.

Por otro lado, los matemáticos rusos han descifrado la fecha que se esconde en el libro del Apocalipsis bíblico, esta vez al descifrar el zodíaco que se describe en él, y que descubre un siglo atrás el filósofo francés Ernest Renan (1823-1892). Les da el 1-10 de octubre de 1486, 33 años después de la caída de Bizancio (en 1453), en el inicio de la reconstrucción de su poder en Roma, tal como si nos estuviese diciendo que con el Apocalipsis resucita Jesús en Roma. Luego, se da la circunstancia que, según la historia oficial, el 10 de octubre de 1486, el rey Juan II de Portugal envía una expedición doble, por tierra y por mar, para contactar con el Preste Juan de Etiopía. La expedición marítima representa la primera circunvalación del continente africano oficial, bautizando de este modo al cabo de “Buena Esperanza”, en Sudáfrica, y el inicio oficial de la colonización europea. Y también en 1486, oficialmente en el mes de abril, el almirante Colón informa a sus majestades los reyes de Aragón y de Castilla de su proyecto de la ruta atlántica hasta las Indias (en el monasterio jerónimo de Guadalupe, en Extremadura). Es decir, en 1486 renace Roma, a los 33 años de la caída de Bizancio, como lo hiciera Cristo al resucitar, y lo hace con el poder del Preste Juan, que se traslada a Roma. Entonces se diseña el nuevo templo de San Pedro del Vaticano, precisamente cuando en Valencia se consagra el Santo Grial, y desde allí procede el poder del Papa Borja que autoriza a los reyes de Aragón, Castilla y Portugal a iniciar la colonización del mundo.

Es decir, con los Borja, unidos con los reyes de Aragón, que dominan Valencia, existe también un poder anterior, probablemente bizantino y tártaro, que ostenta el poder del Preste Juan. La Cronología X-185, en el libro La vía cronológica, lo desarrolla, en la línea de la Nueva Cronología. Y apunta a los emperadores etíopes Constantino y Elena que, justo al caer Constantinopla ante los otomanos, envían una misiva a Italia, y luego a los reyes de Aragón, en Catalunya, en la que se les pide colaboración para aliarse con ellos, unir sus linajes y reconquistar el mundo en nombre del poder de Cristo. Son Constantino y Elena, como los equivalentes emperadores que mil años atrás entregan Roma al poder del Papa e imponen el cristianismo en el Imperio romano. Una equivalencia que la Nueva Cronología convierte en duplicidad, con las pruebas de la astronomía y la matemática estadística, y la crítica historiográfica, que la línea X-185 traslada al poder del Preste Juan y, a su vez, apunta al linaje del último emperador romano de Constantinopla, de la casa de los Daragas, en algunos libros llamados Daragon, como el poder de los Aragón que pasan a ocupar media Italia y acaban aliándose con el Sacro Imperio Romano Germánico, tras ser coronados Reyes de Jerusalén.

Esta hipótesis, reforzada con todos estos datos, y evidencias, desafía la historia oficial, pero tiene fuerza, mucha, porque explica de un modo más coherente, mucho más, la lógica de la idea colonial hispana, con una autoridad inédita, y el éxodo judío que, precisamente, empieza en 1492. Por esta razón, la línea X-185 apunta a una identidad judía de Colón, que habría sido un rey, un príncipe judío, descendiente del rey David, tal como lo confirma el testimonio de los reyes judíos de Narbona, los Kalonimus, que aparecen junto al poder de Roma, oficialmente, de la mano de Carlomagno. Los Kalonimus desaparecen en Catalunya, donde Colón da la noticia del descubrimiento de América (en Barcelona), con un proyecto financiado por los tesoreros judíos conversos del rey de Aragón, y los Colom, familia afincada en Barcelona que se hace rica con el dinero judío, pueden estar detrás de este personaje. Gran casualidad, o no, que en todo caso se ve reforzada como gran idea cuando, tras los Colón, que en varios documentos se llaman Colom, existe un misterio tal que, oficialmente, nadie sabe de dónde viene su poder, que acabó en nada. Pues bien, parece que debe haber una razón poderosa para borrar su rastro, y aquí se da forma a una que es más que poderosa, es enormemente poderosa. (6)

Pero esta no es toda la historia que se debe reconstruir. Como se ha indicado anteriormente, los siglos V-IX son un reflejo enviado al pasado de los siglos XI-XV, que esconden la historia de la invasión tártara de Europa Occidental, como mecanismo para imponer su legendaria cristianización, y hacerla anterior a Gengis Kan.

En esta línea, destacar cómo Isaac Newton describe a la bestia europea. Según él, el primero de los cuernos de la cuarta bestia apocalíptica es el reino de los vándalos y alanos en España y África, de donde (y no es casualidad) proceden los poderes de los Chatti y los Alanos que darán nombre (o eso parece) a los catalanes. Dice Newton:

Junto con los Chatti, estos alanos dieron el nombre de Cathalaunia, o Catth-Alania, a la Provincia que todavía se llama así.

La provincia que persiste en el siglo XVIII oficial, llamada Cathalaunia, no puede ser otra que Catalunya, y esta historia tiene que ver con los Chatti, que se asientan allí justo cuando nace la monarquía merovingia, a quienes coronan. Y, ¿quiénes fueron los Chatti? ¿Fueron los llamados Chatti, o hititas, que la historia oficial ha ubicado en tiempos de Moisés? Es decir, las raíces del pueblo de Israel. Puede ser, siempre y cuando se dé validez a esta visión neocronológica de la historia. A fin de cuentas, Catalunya fue judía, más de lo que se reconoce, y el poder judío era el que vivía junto a su conde y rey, y su comunidad más protegida, aparte de ser los jueces, los escribanos, los traductores, los astrónomos, los médicos, los banqueros y los administradores del patrimonio real, hasta tiempos de Cristóbal Colón. Hasta que son obligados a irse sin sus pertenencias o bien a cambiar de identidad, y tomar como propios nombres y apellidos cristianos. Es decir, a mutar, como el poder que hizo del último rey judío al Jesús cristiano. Como San Cristóbal, que trajo a Cristo a sus espaldas tras reconocerlo como el verdadero Mesías. Como el poder de los Kalonimus, aquí asimilado a Cristóbal Colón. Sí, todo ello apunta al misterio de María Magdalena y el resucitado Lázaro provenzales, de una tierra, Provenza y Catalunya, cuyo emblema nace conjuntamente (es el mismo), desde que Provenza y los catalanes fueron el mismo poder, antes de la incorporación del Reino de Aragón. Su conde y rey será coronado Rey de Jerusalén, para la posteridad, tras haberlo estado el Rey Anjou, quien, antes de ser coronado Rey de Jerusalén, se hace con el poder del condado de Provenza, tras quitárselo a los catalanes. Ambos, los Anjou y los Aragón, acaban conquistando Nápoles y sometiendo a Italia, con la intención de recuperar el imperio original. Y, ambos, los Anjou y los Aragón acaban fusionados en un mismo linaje con los Borbón hispanos, desde el año oficial de 1714.

Parece demasiado difícil de creer, a los ojos crédulos. Pero esos mismos ojos nos han hecho ver poderes divinos, misterios inexplicables y numerosos milagros que, a medida que se observan de un modo objetivo, y pierden sus razones de ser, a cambio de razones científicas, nos están diciendo que la historia esconde múltiples manipulaciones. En todo caso, si todo esto es cierto, la historia se pone en entredicho en su totalidad, y con ella la razón de la idea colonial, el valor de los textos sagrados y el significado de la autoridad del Papa de Roma, de Cristo y del propio Dios. Los textos sagrados y el cristianismo son mucho más recientes de lo que da a entender la historia oficial. Se trata de una historia que se ha adulterado como resultado de la mutación de un poder anterior que recaía sobre el Preste Juan, que convivía con la autoridad tártara, cristiana, judía y musulmana. Esta mutación ha dado como resultado la idea de un Cristo mesiánico coronado en la Iglesia de Roma, y para ello se ha creado una historia a su medida.
El poder original tártaro persiste en la figura del Papa de Roma, pero también en las monarquías cristianas, que son herederas del poder original del linaje del rey David, que es Gengis Kan. Esta historia se ha borrado, pero persiste en la memoria imperial de este linaje. Por esta razón, en 1955, la monarquía británica rinde honores a los emperadores de Etiopía, años después de que el Imperio británico expulse a los italianos de Etiopía, en 1941, tras la invasión por parte de las tropas de Benito Mussolini, en 1935 (ver la Figura 6). Ellos siguen siendo, hoy en día, el último linaje oficialmente reconocido como descendiente de los reyes Salomón y Saba, y siguen custodiando el Arca de la Alianza, como antaño lo hiciera el Preste Juan.

 Queen Elisabeth II of the United Kingdom

Figura 6. 1955, Reina Elisabeth II del Reino Unido expresando reverencias a los emperadores de Etiopía, el Ras Tafari Makonnen Emperador Haile Selassie y su esposa la Emperatriz Menen Asfew.
Fuente de la imagen: Heraldo de México, 2021 [https://heraldodemexico.com.mx/)]. (7)

Siguiendo este hilo, aunque resulte impactante y según cómo parezca controvertido, cabe notar que no es para nada relevante que el inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando tiene lugar el holocausto judío (que también fue gitano, otro poder original), empiece en 1935 con la invasión italiana de Etiopía y el destronamiento de los emperadores etíopes. Y tirando un poco más del hilo, tampoco es casualidad que a lo largo del siglo XIX se instaure una monarquía británica en Grecia, y que a lo largo del XX se fundan entre ellas y con la hispana. El linaje sigue en su lucha para persistir y unificar al máximo su poder, mientras otras formas de poder aspiran a ocupar su lugar.

 

 

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1 Ver el artículo “El punto débil del método del Carbono-14: el mapa cronológico oficial“, publicado en la página web chronologia.org, que se ve completado en el apartado “La duda científica que recae sobre los métodos de datación tradicionales”, del libro La vía cronológica, de 2020. Ambos trabajos se remiten a la obra extensamente documentada de la Nueva Cronología de Fomenko y Nosovskiy, concretamente en History: Fiction or Science?, publicada entre los años 2003 y 2007.

2 Note: Nota: las fechas de los mapas son consensos académicos, pero no están fechados realmente.

3 Diego El libro EL BECERRO GENERAL está escrito para dejar testimonio de una historia que se pretende borrar, y se realiza antes de que se haya acordado de qué modo se debe comprender. En ella se nos da fe de la autoridad del Preste Juan y de la esencia oriental de los poderes de Europa Occidental, pero se oculta o no se trabaja la naturaleza oriental de los poderes cristianos, ni sus raíces tártaras o mongolas, que la historia oficial acabará por reconocer una vez se desvincula, para siempre más, el poder de la Roma italiana de toda esta historia. Referencia bibliográfica: Hernández de Mendoza, D. (n.d.). El Becerro general, libro en que se relata el blasón de las armas que trahen muchos reynos y imperios, señoríos … y de la genealogía de los lynages de España y de los escudos de armas que trahen. Sede de recoletos: MSS/18244 V.1. Código de barras: 1001199011. Madrid

4 Diego Fernández de Mendoza se asocia a los senescales de Navarra y a las monarquías navarra y aragonesa, a través de los condes de Ribagorza, del linaje del Imperio de Nicea, según se argumenta en el libro La vía cronológica.

5 391 = 1063-1453, con un año que baila y puede apuntar al cambio entre dos calendarios, cómo oficialmente ocurrió en el pasado al conciliar los años que empezaban con la primavera amb los años actuales.

6Trabajos complementarios (que amplían el trabajo publicado en La vía cronológica), publicados en la página web chronologia.org: “Colón, el poder hebreo cristianizado, según la Cronología X-185”; “Kalonimus, Colom, Colón, según la Cronología X-185”, y “Los Chatti Alanos (catalanes), según Isaac Newton”.

7 Imagen compartida por David Sancha, en 2022.