La historia se estructura en torno a una cronología propuesta en el siglo XVII, básicamente por los religiosos Joseph Justus Scaliger (1540-1609) y Dionysius Petavius (1583-1652). Es especialmente a partir de entonces que la historia se empieza a escribir en su globalidad. Es decir, el conjunto de la producción historiográfica se ha edificado, en su inmensa mayoría, en los últimos cuatro siglos.
Desde entonces, la práctica totalidad del conocimiento acumulado de la historia se basa en un constructo histórico que resulta altamente robusto, ante la conciencia colectiva y los intereses creados que se han edificado en ella, donde la máxima autoridad es el apoyo de las respectivas instituciones culturales estructuradas en cada uno de los estados donde se han escrito las respectivas historias oficiales. Por este motivo, cuestionar su validez es siempre un reto psicológico, y la aproximación a una nueva cronología es necesariamente un proceso que requiere tiempo para el análisis y la reflexión.
Desde el siglo XVI hasta la actualidad diferentes autores han cuestionado la cronología oficial, como el matemático, físico, filósofo y teólogo Isaac Newton (1642-1727), pero por diferentes razones no se ha alterado. Actualmente, en el siglo XXI, varios autores cuestionan la exactitud, pero en general se trata de correcciones puntuales. De todos ellos, la «Nueva Cronología» (en adelante NC) dirigida por los matemáticos Anatoly T. Fomenko y sus colaboradores es quien plantea una revisión más amplia. A partir de un trabajo de investigación iniciado en la década de 1970 propone utilizar el conocimiento de la astronomía y la matemática estadística modernas para la exploración de la estructura cronológica que ordena la historia global hasta el siglo XVII.
La NC presenta una cronología alternativa de la historia con una reconstrucción integral de los hechos que se estructuran que, con el fin de profundizar en su estudio e invitar a la comunidad científica internacional a unirse al proyecto, se presenta como una hipótesis teorizada y verificada experimentalmente con métodos científicos.
Sus resultados son puestos en duda especialmente por el estamento historiográfico, en la medida en que concluye que el eje central de la cronología oficial es el resultado de una manipulación y de numerosos errores acumulados, pero su crítica evita la evidencia de los datos obtenidos. Este trabajo de investigación demuestra que los sistemas de datación comunes se han estructurado en torno a una cronología errónea y que, por tanto, la historia real es diferente a la oficial.
Por este motivo, la NC tiene la vocación manifiesta de abrir un debate que, por su naturaleza, entra en conflicto con las autoridades historiográficas establecidas. De ahí que sus resultados sean el objeto principal de la resistencia de la comunidad oficial, que se niega a aceptar la lógica de otra historia. Donde Jesús es un mito edificado sobre la gloria de un emperador romano condenado sin misericordia en el siglo XII; donde las genealogías de las grandes monarquías y emperadores medievales son una recreación artificial para legitimidad su autoridad entre los siglos XVI y XVIII; y donde la historia antigua de los antiguos Egipto, Persia, Fenicia, Grecia y Roma son un reflejo medieval trasladado a tiempos inmemoriales para la edificación de un poder acumulado que entró en conflicto a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII.
La forma como nos ha llegado la cronología oficial sería consecuencia de la dificultad en establecer el ideal del Mesías bajo la figura de Cristo, donde el Krishna y el Buda serían parte del mismo reflejo, así como de la compleja realidad que empuja a los otomanos a ocupar Constantinopla en 1453, a los europeos a proponerse la colonización del Mundo y a China completar su gran muralla en el siglo XVI. Asimismo, su lectura aporta razones sólidas y coherentes a la razón de ser de la intensa persecución de la Santa Inquisición en los siglos XVI-XVII; de la empresa internacional de la Compañía de Jesús en los siglos XVI-XVIII; del absolutismo monárquico de los siglos XVII y XVIII; del interés de Napoleón por Egipto y por el establecimiento de un nuevo imperio mundial tras el éxito de la Revolución Francesa; y de muchos de los grandes interrogantes que acompañan a la historia de los siglos XIX, XX y XXI.
Para comprender su razón de ser sólo es posible si antes se comprende debidamente que el constructo histórico se basa en un engaño medido en un instante de la historia en el que, por diferentes razones, se consideró conveniente crear nuevos ídolos.
Por esta y otras razones, debidamente argumentadas y demostrables, la NC no es una puerta habitual para profundizar en el pasado, pero es lo suficientemente interesante como para no mantenerla cerrada. Aporta grandes respuestas, y a su vez plantea grandes interrogantes, a los que se llega como una cadena de lógicas que se acumulan una tras otra, como una pieza del dominó que cae y hace caer otra que se encuentra justo detrás, y así sucesivamente.
Difundirlo y colaborar con su estudio, es un acto de coherencia personal, asumido desde el momento en que la evidencia de la NC es superior a la resistencia (negación) que fomenta la historia oficial.
Andreu Marfull, 2016